Oleksandr Usyk, campeón indiscutible del peso pesado, tomó la decisión de dejar vacante el cinturón de la Organización Mundial de Boxeo (WBO), manteniendo en su poder los títulos del WBC, IBF y WBA. Un movimiento estratégico que, fiel al estilo del ucraniano, vuelve a sacudir el tablero de la división.
La respuesta de la WBO no tardó en llegar: el organismo elevó de forma inmediata al británico Fabio Wardley a campeón absoluto, premiando su reciente consagración como monarca interino tras su contundente victoria sobre Joseph Parker, a quien detuvo por nocaut técnico en el undécimo asalto.
Wardley, que había expresado públicamente su deseo de enfrentarse a Usyk luego de vencer a Parker, deberá ahora guardar esa ambición para más adelante. Como nuevo campeón WBO, su primera obligación será defender el cinturón frente a otro contendiente de élite, posponiendo la soñada unificación ante el ucraniano.
Un capítulo más en la constante reconfiguración del peso pesado, una categoría donde las decisiones estratégicas valen tanto como los golpes.
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